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viernes, 3 de noviembre de 2017

El reencuentro de un león y una leona



Una vez más, la vida es un instante.
El misterio de cuando acabará ese instante tendría que hacernos vivir cada día y cada momento como si fuera el último. Tendría que hacernos sentir que tenemos que vivir con intensidad, decir te quiero, decir no era mi intención, decir aquí estoy, decir me has hecho feliz, me has aportado mucho, o simplemente decir lo que uno tenga que decir desde su corazón. Porque esos instantes están, existen, pero el misterio de la propia vida hace que cuando terminan, lo vivamos como una separación donde ya hay un vacío, ya no hay a quién decir y unos ojos a los que transmitir lo que permanecía ahí latente en tu corazón. 
«Había una vez un león y una leona. Sus caminos y sus vidas transcurrían separados.
Pero la vida o el destino quiso crear un encuentro. 
Y más que un encuentro fue un reencuentro. 
En ellos había un fuego y una llama, que les hizo recordar memorias donde quizá habían compartido experiencias, vidas, incluso guerras y separaciones.
La intensidad de sus miradas y la percepción totalmente abierta de estar uno al lado del otro les hizo avivar su propia llama y fuego. Por la vida, por descubrir algo de ellos mismos, por sentirse vivos y sentir el uno al otro.
El camino difícil y con obstáculos no impidió que aunque fuera un instante se reconocieran como almas de caminos, de vidas.
El león sintió cautivarla, la leona sintió cautivarle. La energía en conexión surgió y el tiempo paró. 
Tan sólo fueron instantes, caricias y palabras. Pero fue bonito.
Quién sabe cuantas vidas se buscan dos guerreros y en qué forma vuelven a coincidir en sus vidas. Tal vez siendo león y leona, tal vez siendo otros personajes. 
Pero hay una llama en su corazón y un recuerdo de haber vivido algo bonito y auténtico.»
Por si la vida se escapa quién sabe cuando, gracias por esos instantes a los que me han ayudado a sentir que hay una llama viva, quizá coincidimos en algún momento de ese instante que es la vida o cualquier vida.

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